Los Grandes Líricos Del Renacimiento Español

$ 169.900

Características principales

Título del libro
Los Grandes Líricos del Renacimiento Español.
Subtítulo
Poesía completa de Juan Boscán, Garcilaso de la Vega, Fray Luis de león, San Juan de la Cruz, Fernando de Herrera.
Autor
Inoria Pepe Sarno; José María Reyes (Edición, introducción y notas)
Idioma
Español
Editorial y Ciudad de edición:
Cátedra, Estella (Navarra)
Año de Edición:
2010
Cantidad de Páginas:
1791
ISBN / ISSN
9788437626628
Tabla de Contenido (Ver)

Otras características

Altura X Ancho
33 X 15,5
Peso (Gr.)
1200
Material de portada
Dura
Condiciones y Estado del Libro
Nuevo

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Un hermoso cuento. Cuando murió en 1458, el marqués de Santillana llevaba peleando veinte años con sus cuarenta y dos “Sonetos fechos al itálico modo”, sin que apenas alguno consiguiera salir enderezado y airoso. Setenta y ocho años más tarde, cuando murió Garcilaso, dejaba cuarenta sonetos que pueden figurar sin rubor en la más exigente antología.

¿Qué había ocurrido entre 1458 y 1536? Pedro Salinas lo describe como un “hermoso cuento”. El embajador veneciano Andrea Navagero, “perfecto ejemplo del caballero del Renacimiento”, coincidió en Granada con Boscán. Hablaron. “Al español -dice Salinas-, el veneciano le parecía una especie de semidiós o de oráculo. Y Navagero aconsejó a Boscán que escribiera sonetos y otros poemas “al itálico modo” pero en castellano, lengua que consideraba muy adecuada para esas formas. Nada más: una conversación entre los mirtos de Granada, un consejo, es decir, una semilla sembrada en la mente de un poeta español […] Garcilaso era un poeta Toledano. Y así, a través de una cadena de circunstancias, la visita de Navagero a Granada, su conversación con Boscán, el viaje de este último por caminos largos y solitarios. Su íntima amistad con Garcilaso, podemos explicar, punto por punto, como se explica la motivación de cierta acción en una novela, y sin perder un solo eslabón, las circunstancias materiales de la gran revolución de nuestra lírica, el detalle del misterio, por decirlo así”.

Treinta años después de la publicación de sus obras, Garcilaso ya era un clásico. Cervantes lo llevaba con fervor en su mochila de soldado y lo citaría opportune et importune; en 1574, el Brocense, catedrático de Salamanca, y seis años después Herrera, lo comentaron y anotaron como a Homero o Virgilio. En menos de un siglo, los renqueantes sonetos de Santillana habían dado paso a los clásicos de Garcilaso.

Los grandes líricos del Renacimiento español es el cofre que guarda el mapa de aquel “hermoso cuento”. Boscán, amigo tenaz, voluntarioso poeta; Garcilaso, amado de las musas y los dioses, tal vez por eso destinado a morir joven; Luis de León, sosegado y oyente privilegiado de la música de las esferas; Juan de la cruz, de quién dijo Menéndez Pelayo que “por allí había pasado el espíritu de Dios hermoseándolo todo”; y, en fin, Herrera, aquí en sus coetáneos dieron el sobrenombre de divino: ellos fueron protagonistas de esta “revolución que iba a determinar definitivamente el curso de la poesía en lengua española”.


 

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